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SALVARSE Y SALVAR
Un tiempo que pasa pronto sin ni
siquiera darnos cuenta por estar sumergidos en nuestras cosas… y cosas que la mayoría
de las veces no tienen nada que ver con la salvación personal y la de los demás…
porque en vez de ayudarnos nos separan del objetivo.
El mundo nos deslumbra… somos
creyentes… asistimos a los actos de nuestra fe con ánimo y devoción… pero después
de salir de ellos… caminamos como quien no tiene fe aunque en los labios
siempre se tengan los Sagrados Nombres de Jesús y María. Hacemos valer aquello de “me honran con los
labios y me niegan con el corazón”.
En cualquier trabajo que
realicemos antes hay que educarnos en cómo hacerlo, y en la práctica ir perfeccionándonos
en él mismo a través de la experiencia. Pero en nuestro camino a la salvación no
tenemos esa misma actitud y necesidad de educarnos tomando en serio nuestra
responsabilidad.
Somos responsables de nuestra propia
salvación y de la salvación de los nuestros, aun de nuestras amistades. Salvarnos
solo y únicamente se consigue a través del camino perseverante de santidad.
Para salvarme tengo que alcanzar ser “santa”… tengo que trabajar por llegar a
alcanzar el grado de santidad que el Padre Dios pensó para mí al crearme. No conozco cual es el grado por lo tanto
tengo que trabajar con dedicación y
perseverancia por la perfección mas alta… a si alcanzare el grado de santidad
que me toca… igual los demás.
Alcanzar la felicidad eterna
conlleva trabajo, dedicación, horas intensas de cultivo de virtud y una moral
intachable, un continuo auto educarse con el examen de conciencia serio que
lleve a un cambio radical de conversión diaria… educarse leyendo, informándose de
todo lo que la Iglesia propone, leyendo
vida de santos, estudiando y viviendo la Santa Palabra…, venciendo la voluntad,
dominándola, convirtiéndola en una voluntad fuerte, recia de esta manera se fortalecerá
el espíritu… la recepción de los sacramentos llevados a vivirlos en todo
momento del diario vivir… una vida de oración, Adoración y de amistad sabrosa
con el Dios del Sagrario, con el Espíritu Santo, con el Padre Celestial… una
amistad filial con nuestra bendita Madre
Celestial.
¿Peroooo que aburrido?... dirán algunos…
miremos a los santos… nadie brilla tanto en alegría, paz, felicidad, libertad
interior como un santo… un santo es un derroche de gusto divino… que el que lo
mira descubre un no sé qué diferente… una pureza… una humildad… una mirada
transparente, una sencillez que impacta… un santo es alguien que tiene control
de su vida y la puerta abierta de su corazón para recibir a Dios en todo
momento… porque su voluntad esta adherida a la Voluntad Divina… nadie como un
santo para disfrutar de la verdadera vida en este mundo...
Salvarse y salvar a los demás con
lleva tomar muy en serio las almas. ¿Cómo podemos ayudar a los demás a
salvarse? Además del ejemplo de vida, de
ese testimonio elocuente sin palabras de nuestros actos… de nuestra confianza
ciega y abandono a la Divina Providencia, a la Misericordia Divina… desde el consejo, la palabra oportuna, la amistad
desinteresada que ayuda y fortalece a las almas al brindarles nuestro tiempo,
nuestros oídos, nuestro amor… ayudamos grandemente desde la oración… en ese “yo me santifico por ellos, , por todos los
que me has dado y me darás, y de cuya salvación Tú, Dios mío, me has hecho
responsable.” Esa oración intensa, perseverante que da vida motivando a las
almas a regresar al verdadero redil, a buscar el camino de santidad seriamente
con perseverancia, con naturalidad, con sencillez y simplicidad… pero con la
responsabilidad que nos toca vivir y aceptar.
Que diferente seria el mundo si
nos responsabilizáramos de nuestros actos en aras a la salvación personal y la
de todos. Si nos dedicáramos a trabajar arduamente por alcanzar la santidad
personal y la de los demás. Qué mundo
hermoso seria el nuestro donde la verdadera paz reinaría en todo su esplendor. Para que el mundo cambie tenemos que cambiar
cada uno de nosotros…
La responsabilidad de salvarse y
salvar a otros está en mis manos… pero también en las vuestras… que al final de
nuestras vidas podamos decir: “todo está consumado”…, “Padre en tus manos
entrego mi espíritu”… como Jesús… porque “hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
Desde la Soledad del Sagrario.
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