lunes, 9 de julio de 2012

ES UNA RESPONSABILIDAD QUE NADIE QUIERE AFRONTAR COMO ES DEBIDA




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SALVARSE Y SALVAR


Es una responsabilidad enorme que llevamos en nuestras espaldas. Es una eternidad en juego… la felicidad eterna y la infelicidad eterna.  Es una sola vida para trabajar alcanzando la meta. Es solo un tiempo dado

Un tiempo que pasa pronto sin ni siquiera darnos cuenta por estar sumergidos en nuestras cosas… y cosas que la mayoría de las veces no tienen nada que ver con la salvación personal y la de los demás… porque en vez de ayudarnos nos separan del objetivo.


El mundo nos deslumbra… somos creyentes… asistimos a los actos de nuestra fe con ánimo y devoción… pero después de salir de ellos… caminamos como quien no tiene fe aunque en los labios siempre se tengan los Sagrados Nombres de Jesús y María.  Hacemos valer aquello de “me honran con los labios y me niegan con el corazón”.


En cualquier trabajo que realicemos antes hay que educarnos en cómo hacerlo, y en la práctica ir perfeccionándonos en él mismo a través de la experiencia.  Pero en nuestro camino a la salvación no tenemos esa misma actitud y necesidad de educarnos tomando en serio nuestra responsabilidad. 

Somos responsables de nuestra propia salvación y de la salvación de los nuestros, aun de nuestras amistades. Salvarnos solo y únicamente se consigue a través del camino perseverante de santidad. Para salvarme tengo que alcanzar ser “santa”… tengo que trabajar por llegar a alcanzar el grado de santidad que el Padre Dios pensó para mí al crearme.  No conozco cual es el grado por lo tanto tengo que  trabajar con dedicación y perseverancia por la perfección mas alta… a si alcanzare el grado de santidad que me toca… igual los demás.  

Alcanzar la felicidad eterna conlleva trabajo, dedicación, horas intensas de cultivo de virtud y una moral intachable, un continuo auto educarse con el examen de conciencia serio que lleve a un cambio radical de conversión diaria… educarse leyendo, informándose de todo lo que la Iglesia propone,  leyendo vida de santos, estudiando y viviendo la Santa Palabra…, venciendo la voluntad, dominándola, convirtiéndola en una voluntad fuerte, recia de esta manera se fortalecerá el espíritu… la recepción de los sacramentos llevados a vivirlos en todo momento del diario vivir… una vida de oración, Adoración y de amistad sabrosa con el Dios del Sagrario, con el Espíritu Santo, con el Padre Celestial… una amistad filial con nuestra  bendita Madre Celestial.  

 ¿Peroooo que aburrido?... dirán algunos… miremos a los santos… nadie brilla tanto en alegría, paz, felicidad, libertad interior como un santo… un santo es un derroche de gusto divino… que el que lo mira descubre un no sé qué diferente… una pureza… una humildad… una mirada transparente, una sencillez que impacta… un santo es alguien que tiene control de su vida y la puerta abierta de su corazón para recibir a Dios en todo momento… porque su voluntad esta adherida a la Voluntad Divina… nadie como un santo para disfrutar de la verdadera vida en este mundo...  

Salvarse y salvar a los demás con lleva tomar muy en serio las almas. ¿Cómo podemos ayudar a los demás a salvarse? Además del ejemplo de vida,  de ese testimonio elocuente sin palabras de nuestros actos… de nuestra confianza ciega y abandono a la Divina Providencia, a la Misericordia Divina…  desde el consejo, la palabra oportuna, la amistad desinteresada que ayuda y fortalece a las almas al brindarles nuestro tiempo, nuestros oídos, nuestro amor… ayudamos grandemente desde la oración… en ese “yo me santifico por ellos, , por todos los que me has dado y me darás, y de cuya salvación Tú, Dios mío, me has hecho responsable.” Esa oración intensa, perseverante que da vida motivando a las almas a regresar al verdadero redil, a buscar el camino de santidad seriamente con perseverancia, con naturalidad, con sencillez y simplicidad… pero con la responsabilidad que nos toca vivir y aceptar.  

Que diferente seria el mundo si nos responsabilizáramos de nuestros actos en aras a la salvación personal y la de todos. Si nos dedicáramos a trabajar arduamente por alcanzar la santidad personal y la de los demás.  Qué mundo hermoso seria el nuestro donde la verdadera paz reinaría en todo su esplendor.  Para que el mundo cambie tenemos que cambiar cada uno de nosotros…  

La responsabilidad de salvarse y salvar a otros está en mis manos… pero también en las vuestras… que al final de nuestras vidas podamos decir: “todo está consumado”…, “Padre en tus manos entrego mi espíritu”… como Jesús… porque “hemos hecho lo que teníamos que hacer”. 



Desde la Soledad del Sagrario.






































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