El Peligro de las ALABANZAS, Y LA COMPLACENCIA EN LAS MISMAS… una buena
tentación que en algún momento nos hace a todos caer
y perder a Dios
¡Qué bueno eres
Dios mío…
imagen familia Pate |
qué bueno eres!!!
¡Cuánto nos amas!!
Anoche terminadas mis oraciones de la noche, sentía ganas de recibir una
palabra de mi Padre Celestial…que fuera noticia para mi alma. A la verdad que sentía
nostalgias de escuchar a mi Padre Dios… claro no es escuchar una voz alguna, sino
recibir esa luz divina que ilumina el pensamiento y el alma. A la vez sentía
que algo no andaba bien en mi interior…
Cerca de mí se encontraba el libro de Ejercicio de Perfección y Virtudes
Cristianas, un libro que es muy utilizado por los miembros del Lumen Dei y de
muchas comunidades religiosas y seglares.
Lo tome en mis manos y pensé de aquí voy a recibir eso que necesito en
estos momentos y no sé lo que es…pero que apremia…
Ah… las cosas de Dios me maravillan al extremo que me enternecen sobremanera.
¡Oh mi Dios!..., ¡oh Padre Santo!!… siempre pendiente de tu pequeña, siempre
dispuesto a desvelar los obstáculos, las pequeñas artimañas del enemigo de las
almas que tienden para que tu pequeña caiga redondita enlodándose por el
pecado y alejándose de Ti… que eres la
luz de mis ojos, el oxigeno espiritual que me sostiene… la razón de mi existir…y
la de todos tus hijos.
Si algo bueno puedo reconocer en mí, es conocerme tal cual soy… saber que
soy capaz de caer y olvidarme totalmente de Dios… que soy tan pobre y tan pequeña
que fácilmente puedo entretenerme en las bagatelas del mundo y alejarme
bastante o totalmente de Dios..;. ¿Puedo perderme?... puedo perderme… por eso
trato siempre de estar en los brazos de mi Madrecita Celestial o agarrada de su
manto sagrado… con Ella no me perderé… pero si me suelto de su mano…como tantas
veces hago… un solo instante… pobre de mí… estoy perdida.
Mi Padre Amantísimo cariñosamente me hizo ver la sutil trampa que el
enemigo de las almas tendía sobre mí… y como sin darme cuenta estaba parada
ante ella, contemplándola sin percatarme de las consecuencias… de las heridas
mortales que ella me iba a provocar si me dejaba seducir… cosa que creo estaba
logrando… Mi Padre actuó en el acto… Mi Padre extendió su brazo y me hizo ver
con sus ojos lo que había escondido detrás… Oh… Papaíto… gracias…gracias…gracias
eternas… no me dejes nunca sin tu cuidado y tus amonestaciones… Papá tu me
conoces… no me retires de tu mirada… que yo solo quiero estar contigo para toda
la eternidad… que tu enemigo no me desvie de “casa” Papaíto… pero lo que mi
Padre hace conmigo lo hace con todos sus hijos… con TODOS… sin distinción…
porque Dios es Padre siempre.
En la página 988, en el último párrafo del libro, encontré esto: “…lo que
nos avisa San Basilio y es también de los Santos Jerónimo, Agustino y Bernardo,
que no oigamos de buena gana que otro
nos alabe y diga bien de nosotros; porque en esto hay también grande peligro.
(Oh que cierto es esto) Dice San
Ambrosio que cuando el demonio nos puede derribar con pusilanimidad y desmayo,
procura derivarnos con presunción y soberbia; y cuando no nos puede derribar
con deshonra, trata de que nos honren y alaben para derrocarnos por allí. Del
bienaventurado San Pacomio se cuenta en su Vida que solía salir del monasterio
e irse a partes más solitarias a orar, y cuando volvía muchas veces venían los
demonios; y como cuando viene un gran ejercito con un capitán con grande acompañamiento,
iban delante, haciendo mucho estruendo , y como que hacían lugar y quitaban los
impedimentos, iban diciendo: “Apartad, apartad, haced lugar, haced lugar, que
viene el Santo, el siervo de Dios” ,
para ver si podían por ahí levantarle y ensoberbecerle; y el ríase y hacia
burla de ellos. Pues hacedlo vos así cuando oyeredes que os alaban, o cuando os
vinieren pensamientos de vuestra estima. Haced cuenta que oís al demonio que os
dice esas cosas, y reíos y haced burla de él, y así os librareis de esta tentación.”
(Se imaginan como he quedado…)
Dios mío… gracias…gracias…gracias… eternamente… tomare muy en cuenta este
consejo divino… porque si Tú… Dios mío, no hubieses movido mi alma a sentir el
deseo de recibir noticias tuyas y de abrir el libro jamás hubiera recibido estas
gracias de pura misericordia para mí y para todos los que lean este escrito…
que deseo ardientemente sea de gran provecho para todos nosotros, que vamos
caminando por el camino de la santidad de “regreso a casa”. ¡Oh Dios mío! que siempre todos tus hijos
seamos dóciles a tus inspiraciones y nos dejemos mover sin negarnos nunca.
Esta mañana buscando la página que había leído para leer y meditar en ella
y luego escribirla, mi mirada encontró otro detalle que alimenta mi alma de luz
y de advertencia ante el peligro que puedo estar cometiendo sin saberlo. Dice así:
“Sea lo primero no hablar palabras que
puedan redundar en nuestra alabanza y estima. Como nos es natural este
apetito de honra y estimación, y le tenemos tan arraigado en el corazón, casi
sin sentir ni advertir en ello, se nos va la lengua a decir palabras que puedan
redundar en nuestro loor, directa o indirectamente (Mt.12, 34) [porque de la abundancia del corazón habla la
boca]. En ofreciéndose alguna cosa honrosa, luego nos querríamos hacer parte en
ella. (…que peligro…Dios mío… que
peligro.)
Dios mío… que mi forma de hablar provoque el camino equivocado de las
alabanzas… en vez de volver todos la mirada a Dios y buscar a Dios deteniéndose
en mirarlo y descubrirlo en sus hermosos detalles y perspectivas como una mina
que entre más se saca mas queda por encontrar hermosos tesoros… Si mis pobres
palabras me van a ser daño a mi misma y a los demás… simplemente cierro la
computadora y adiós facebook y blogs, porque mi eternidad es mi mayor tesoro…
perder a Dios... por mi propia causa… ni pensarlo y qué fácil es perderlo para siempre…en
un segundo lo perdemos todo…TODO… hay que estar examinándonos constantemente
para reconocer nuestros pasos desviados y volver a empezar.
Me humillo hasta el polvo reconociéndome
públicamente tal cual soy… un alma llena de soberbia… engreída…y llena de
maldad… que no ha sabido andar en pureza de intención y en pureza de humildad…
pero no todo está perdido… como cierva veloz corro a los brazos de mi Madrecita…
con Ella volveré a empezar… con Ella me acercare al confesionario… lavare mi
alma en la fuente de la Divina Misericordia ahí en el confesionario… y
comenzare de nuevo… porque Dios vale la pena… Cuantas veces caiga me levantare…
correré a los brazos de mi Madre y volveré a empezar… hasta llegar al puerto
seguro… de “regreso a casa.”
foto tomada por Brian Pate |
Desde la Soledad del Sagrario
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