MI NIÑA HERMOSA…
MI MADRECITA DEL CIELO
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La que sabe sonreír y llorar en
silencio… la que sabe perdonar y esperar contra toda esperanza… la que sabe
escuchar y atender siempre a sus hijos… la que les alcanzar subir al Corazón de
su Hijo Jesús… tomándolos en brazos dejándonos en el Corazón de Jesús al gusto
divino.
La que nos baña con sus lágrimas
y nos devuelve el vestido de la gracia divina al acercarnos al confesionario
tomado de su mano y guiándonos a una buena confesión para así poder alcanzar el
perfume delicado y exquisito de la gracia divina.
Nuestra alma entonces posee
el olor de Dios, sabe a Dios y deja ver a Dios en todo nuestro ser… hasta que
en un arrebato volvemos a enlodar el vestido del alma y vuelve nuestra
Madrecita con paciencia y esmero a limpiarnos con sus lágrimas y devolvernos al
confesionario donde el alma es bañada en la Sangre Preciosa de su adorado Hijo,
Jesucristo.
Madrecita amantísima…
gracias…gracias… por tanto amor y desvelos… Nadie como tú… nadie… después de
Jesús… nadie para amarnos como tú.
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Desde la Soledad del Sagrario
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