sábado, 23 de mayo de 2015

QUIERO CERRAR MIS OJOS










Quiero cerrar mis ojos… y trasladarme en el tiempo y el espacio, viajando hacia el pasado, para encontrarme en aquella sala o habitación donde la Madre de Jesús, y los apóstoles se encontraban. Oh, , encontrarme ahí, entre ellos… en una esquinita, sin llamar la atención… en silencio pero con mis ojos bien abiertos… y mis oídos también.  Con el corazón latiendo
 desenfrenadamente… con la esperanza de no perderme ni un solo detalle…

Estar en medio de ellos, sin llamar la atención, mirando sus rostros, contemplando la escena, los detalles por pequeños que fueran… escuchar la oración, viviendo el instante como ellos lo vivieron… mirando y esperando el momento de Dios…

Ah, descubrir la dulzura de su oración… la nostalgia de sus corazones que suspiraban por el Dios que tanto amor les brindo… Contemplar a María, ella tan digna, tan hermosa, tan mamá, tan de Dios… su rostro, su postura, sus gestos, su mirada, su porte… escuchar su voz… aprender de su oración… sentir su cercanía… escuchar los latidos de su corazón… descubrir la ternura que mana de su ardiente corazón… Si, ella, porque al contemplar su amado rostro puedo descubrir el rostro del Amado Divino.

Esperar con ellos el momento de Dios… participando sin ser vista, sin llamar la atención… como si no estuviera, estando... Al llegar la hora de Dios, gozarme la presencia divina, contemplando con asombro y adoración el obrar de Dios en estas almas, en ellos, cuando reciben su Santo Espíritu… cada detalle me llevaría a estallar en cantos de alabanzas y gratitud por tan hermoso acontecimiento… por tan misericordioso acontecimiento.

Oh, sí, quiero cerrar mis ojos, esta noche para volar en mi imaginación hasta la habitación sagrada donde el Maestro Paráclito se digno bajar para morar en el corazón de cada apóstol y María Santísima, tomado sus almas como habitación sagrada para vivir en ella.

Contemplar la escena tan consoladora de ver unos hombres convertidos en testigos vivos de Cristo, convertidos en soldados consumidos por el fuego de la verdad plena y el celo por los intereses de Cristo.

Cuanto aprendería mi alma, alma debilucha y pobre… al contemplar el obrar de Dios, a la hora divina, con quienes se le dan a manos llenas… porque Cristo vive en sus corazones…

Mater, enséñame a desear con toda el alma ser bautizada por el Espíritu Santo, para
vivir como testigo de Cristo, día a día, en cada detalle de mi diario vivir… Gracias, Mater.


Desde la Soledad del Sagrario

No hay comentarios:

Publicar un comentario